
Ubicado en Loyola 1250, su enorme portón negro pasa prácticamente desapercibido, como si escondiera un tesoro. Y en cierta forma lo hace: adentro hay un gran patio lleno de árboles, palmeras, plantas y arbustos con un camino de piedras, bien iluminado y lleno de mesitas bajas y amplias para compartir de a muchos, aunque también hay individuales para quienes buscan un momento más íntimo. Su estilo es vanguardista y muy natural, las mesas y sillas son simples tablones de madera y el interior tiene ventanales que se abren y se funden con el pulmón verde del jardín, logrando un espacio único. Una gran pecera de corales, sin peces y apenas iluminada, le dan a este espacio un toque muy sofisticado.

El gran protagonista es el horno de barro donde se preparan los platos vegetarianos más ricos y originales. La carta es breve y está basada en una cocina a puro fuego cuya creación son exquisiteces como paté de hongos, queso quemado -que nos traslada a las playas de Río de Janeiro- zanahoria con labne y garbanzo crocante o hakusai quemado con maní y hierbas. De postre, un cremoso de chocolate con granita de Campari y quinoa pop y butterscotch. Y, como cierre, tragos cócteles y una carta de vinos regionales.
Fotos: instagram.com/chui.ba/